¿Pero qué paso cuando rebasamos la
frontera de la década del 90 para ingresar a un nuevo siglo? Hasta el día de
hoy nada. Pasamos el año 2000 y los años siguientes sin novedades, salvo
algunos terremotos, tsunamis y huracanes (que dicho sea de paso nunca faltan),
la tierra no desapareció ni se destruyo. Continua en un proceso de cambio climático
si, pero no de preocupación. Según los Mayas, el fin del mundo sería el 21 de
diciembre de este año, fecha para la cual muchos han construido bunkers y
refugios subterráneos. Hace algunos días se publicó en Facebook que la tierra entraría
el 21 de diciembre en un cinturón fotónico durante 3 días.
Esto, según algunos científicos, es
el inicio de una nueva era para el planeta tierra y es un proceso que se da
cada mil años. Nada de extraordinario, salvo que seremos testigos de ese cambio
(si es que se da). Ya sabemos que Facebook es una red social cuyas predicciones
no siempre son las más acertadas. Según la biblia: “nadie sabe el día ni la
hora, ni el hijo de Dios”. El fin del mundo es una leyenda urbana que ha
recorrido el mundo durante cientos de años para motivar preocupación y
conciencia de lo que está haciendo la humanidad. De seguro muchos estarán pensando
cuantos pecados han cometido durante su existencia, y hay quienes hasta
cambiarán de religión para no quedarse fuera de la tierra prometida.
Lo cierto es que el fin del mundo
no tiene fecha exacta, porque nadie sabe qué pasará mañana ni en 1000 años, y
esa no es una visión, sino el uso de la lógica. Solo espero que el fin del
mundo llegue con un cambio positivo para la humanidad. Si tenemos que sucumbir
para dar paso a una nueva generación de humanos con mayor conciencia sobre los
recursos naturales y el cuidado del medio ambiente, lo haremos. Porque, valgan
verdades, la humanidad ha llegado a un punto de no importarle nada: ni el medio
ambiente, ni la vida, ni la contaminación de las industrias. ¿Qué estamos
haciendo para frenar el efecto invernadero? ¿Qué estamos haciendo para no
destruir la tierra? Son preguntas que cada uno de nosotros deberíamos respondernos
diariamente.
Si el fin del mundo fuese mañana,
de seguro me atraparía con mi familia, mis amigos y mis pensamientos de
libertad y esperanza. Pensamientos que nunca han dejado de pasar por mi mente y
que se han convertido en una filosofía de vida. Si tendría que perecer en un
desastre natural, en un frio de varios grados bajo cero, en un aluvión, en un
maremoto, en un terremoto de magnitudes insospechables, en un tsunami o en
cualquier otro tipo de desastre, lo haría sabiendo que mi relación esta en
buenos términos con el creador, a quien siempre lleve presente en mi vida a
pesar de mis errores y defectos como persona.
No hay nada mejor que estar seguro
de lo que uno quiere en la vida y vivir el día a día con optimismo, confianza y
seguridad. Honestamente no creo que el fin del mundo sea mañana, ni pasado ni
el 21 de este mes. El fin del mundo llegará en algún momento, pero no ahora. Solo
el creador del mundo sabe cuándo. No queda más que seguir viviendo y tratar de
ser mejores personas. Apoyar a los desvalidos, a los caídos, a los que menos
tienen. No ser altaneros ni soberbios. No robar, no matar, no engañar a las
personas que nos aman. En resumen, ser mejores personas y esperar la voluntad
de Dios para nuestras vidas. Ese es el mejor fin del mundo y de nuestra
existencia.
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