Tic Tac…sonaba el reloj de pulsera de Ximena mientras nos mirábamos las caras esperando la comida en el hall de un céntrico hotel en Iquitos, el silencio era tan espectral que cualquier ruido se podía escuchar, incluso, la protesta de los estómagos de Daniel, Katty y el mío. Después de una larga espera ante la falta de seriedad de los organizadores de un evento en el cual estábamos trabajando, cruzamos la desolada avenida - a esa hora de la tarde – para prestar una guía de "páginas amarillas" en una tienda; fue el pollo a la brasa más sabroso que probé.
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