Había caminado como loco desde mi casa hasta el lugar pactado. R me había dicho que debía estar antes de las 8 en punto en la plaza Sargento Lores. Fumaba insistentemente mientras avanzaba. Al llegar encontré muerto a R al lado de un cuerpo ensangrentado sobre el piso frío de la plaza.
- Debes estar aquí antes de la 8 de la noche, sino, tu hermano se muere.
Colgué el teléfono como un zombie y agarre la pistola que estaba en mi mochila (parecía la de Hellboy o la de Van Helsing, así de inmensa). En la ruta solo tenia sed de venganza y locura temporal. Antes de salir de mi casa se me vino a la mente un recuerdo. Hacia dos días, en una de las juergas de fin de semana, fui mordido en el cuello por una exuberante y ardiente mujer, estaba tan drogado que el mordisco me pareció muy excitante. Me toque el cuello para ver si aun estaban allí las marcas, y claro, ahí estaban.
La luna estaba redonda y brillante como los faros de un auto, sentía mareos mientras caminaba por la calle. Todo me parecía oscuro, rojo, verde, morado. Las personas que pasaban por mi lado tenían apariencia de inframundo. No me importaba nada, tenia que salvar a mi hermano. En ese instante otro recuerdo se me vino a la mente, era la voz de R al otro lado del auricular.
- Necesito tu sangre o tu hermano pagará por tu culpa.
Había asesinado a sangre fría a aquella ramera que me mordió en el brazo, la deje tirada en medio de un charco de sangre en el baño de la disco. Ella era la última de una larga dinastía de licántropos. Ahora en mis venas corría su sangre. Necesitaban la sangre para curar a R, sino, el dejaría de tener apariencia humana y mutaría en algo perverso y espantoso. No lo podía permitir. Llegue antes de la hora pactada, llegué como una flecha desviada por el viento. R estaba chupando la sangre del cuello de mi hermano en ese momento. Era increíble, pero la gente alrededor pasaba como si nada, como si no existiera. Después de arrojar el cuerpo de mi hermano sobre la loza deslucida y cuarteada, me dijo.
- Llegas tarde, tu hermano tuvo que tomar otro avión.
En ese instante otro recuerdo invadió mi mente. “Las balas de plata son lo único que pueden matar a los hombres lobo, pero eso si, debes darle un disparo certero en el corazón”, fue lo último que me dijo Franz antes de morir por el ataque de una mujer lobo.
Saque la pistola por detrás de mi jean, la bala estaba en su sitio esperando ser percutada, era una bala de plata pura. Sus ojos rojos y sus mandíbulas ensanchadas y manchadas de sangre esperaban cogerme por el cuello. Antes de jalar el gatillo, le dije.
- Lo siento, no me gusta viajar en avión.
El disparo fue directo al pecho de R. Este dio un grito aterrador, era como el lamento de un lobo en invierno. Sus ojos volvieron a su coloración habitual, sus mandíbulas volvieron a encajar en su boca. Me acerque hacia él para darle el último disparo, el tiro de gracia. Él me miraba fijamente a los ojos y trataba de sonreír en su agonía.
- Espera… hay algo que no te he dicho, si me matas esta noche, vendrán por ti decenas, cientos y miles como yo. No tendrás a donde escapar, será una masacre.
Ahí estaba yo, parado con un arma en la mano, todo estaba paralizado. Saque un cigarrillo de mi bolsillo y lo encendí con paciencia, tras varias bocanadas de humo, le dije.
- Sabes, siempre he sido un chico arriesgado, así que, correré el riesgo.
El disparo le reventó la cabeza, el perímetro de su cuerpo estaba cubierto de sangre. Yo le di la última bocanada de humo al cigarrillo antes de botarlo. Al otro lado de la ciudad, escuche varios aullidos lastimeros.
- Es hora de limpiar la ciudad.
Fue lo último que dije antes de perderme entre disparos en la oscuridad de la noche, aquella noche iluminada por la luna llena y mi linterna de mano.
- Debes estar aquí antes de la 8 de la noche, sino, tu hermano se muere.
Colgué el teléfono como un zombie y agarre la pistola que estaba en mi mochila (parecía la de Hellboy o la de Van Helsing, así de inmensa). En la ruta solo tenia sed de venganza y locura temporal. Antes de salir de mi casa se me vino a la mente un recuerdo. Hacia dos días, en una de las juergas de fin de semana, fui mordido en el cuello por una exuberante y ardiente mujer, estaba tan drogado que el mordisco me pareció muy excitante. Me toque el cuello para ver si aun estaban allí las marcas, y claro, ahí estaban.
La luna estaba redonda y brillante como los faros de un auto, sentía mareos mientras caminaba por la calle. Todo me parecía oscuro, rojo, verde, morado. Las personas que pasaban por mi lado tenían apariencia de inframundo. No me importaba nada, tenia que salvar a mi hermano. En ese instante otro recuerdo se me vino a la mente, era la voz de R al otro lado del auricular.
- Necesito tu sangre o tu hermano pagará por tu culpa.
Había asesinado a sangre fría a aquella ramera que me mordió en el brazo, la deje tirada en medio de un charco de sangre en el baño de la disco. Ella era la última de una larga dinastía de licántropos. Ahora en mis venas corría su sangre. Necesitaban la sangre para curar a R, sino, el dejaría de tener apariencia humana y mutaría en algo perverso y espantoso. No lo podía permitir. Llegue antes de la hora pactada, llegué como una flecha desviada por el viento. R estaba chupando la sangre del cuello de mi hermano en ese momento. Era increíble, pero la gente alrededor pasaba como si nada, como si no existiera. Después de arrojar el cuerpo de mi hermano sobre la loza deslucida y cuarteada, me dijo.
- Llegas tarde, tu hermano tuvo que tomar otro avión.
En ese instante otro recuerdo invadió mi mente. “Las balas de plata son lo único que pueden matar a los hombres lobo, pero eso si, debes darle un disparo certero en el corazón”, fue lo último que me dijo Franz antes de morir por el ataque de una mujer lobo.
Saque la pistola por detrás de mi jean, la bala estaba en su sitio esperando ser percutada, era una bala de plata pura. Sus ojos rojos y sus mandíbulas ensanchadas y manchadas de sangre esperaban cogerme por el cuello. Antes de jalar el gatillo, le dije.
- Lo siento, no me gusta viajar en avión.
El disparo fue directo al pecho de R. Este dio un grito aterrador, era como el lamento de un lobo en invierno. Sus ojos volvieron a su coloración habitual, sus mandíbulas volvieron a encajar en su boca. Me acerque hacia él para darle el último disparo, el tiro de gracia. Él me miraba fijamente a los ojos y trataba de sonreír en su agonía.
- Espera… hay algo que no te he dicho, si me matas esta noche, vendrán por ti decenas, cientos y miles como yo. No tendrás a donde escapar, será una masacre.
Ahí estaba yo, parado con un arma en la mano, todo estaba paralizado. Saque un cigarrillo de mi bolsillo y lo encendí con paciencia, tras varias bocanadas de humo, le dije.
- Sabes, siempre he sido un chico arriesgado, así que, correré el riesgo.
El disparo le reventó la cabeza, el perímetro de su cuerpo estaba cubierto de sangre. Yo le di la última bocanada de humo al cigarrillo antes de botarlo. Al otro lado de la ciudad, escuche varios aullidos lastimeros.
- Es hora de limpiar la ciudad.
Fue lo último que dije antes de perderme entre disparos en la oscuridad de la noche, aquella noche iluminada por la luna llena y mi linterna de mano.
1 comentario:
Una mezcla de Crepúsculo con Buffy la caza vampiros xD
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