Un pequeñísimo coliseo al aire libre, donde los payasos, malabaristas, artistas, contorsionistas, cantantes, cómicos y karatekas intentan ganarse la vida con un público de mucha sonrisa y pocas monedas, es el lugar preferido de los asistentes. Nadie quiere perderse el show, lamentablemente, los asientos son limitados (y en ocasiones reservados). Si llegas tarde, confórmate con mirar parado. Más allá, alguno que otro pastor de iglesia o “artista improvisado” trata de hacer bulla con un micro o un megáfono (en el peor de los casos). La mezcla de ruidos y sonidos da la sensación de una emisora sin señal.
Una chica me dice que me lee la mano por – tan sólo – cinco soles. Tiene “dreps” rubios (esas trenzas largas y duras), ropa de “hippie”, la piel algo maltratada y unas cartas en la mano derecha. Aun así, no deja de ser simpática y de voz agradable. Con tono amable le digo que no y sigo caminando. Ella me mira y se sienta al lado de un descendiente de “Pachacutec” (del mismo linaje sin dudas). A unos metros esta un “trotamundos” que vende desde collares hechos con fibra de marihuana hasta anillos de acero (inmortales). “Mire nomás causita, sin compromiso, pregunte nomás”, son las palabras favoritas (y casi una ley del decálogo del “buen vendedor”) del muchacho de aspecto andino.
Un niño me dice que me lustra los zapatos a mitad de precio (cincuenta céntimos). Le digo que no tengo zapatos. “Te blanqueo tus zapatillas entonces”, insiste el pequeño con ojos de infante perdido en el mundo. Le doy cincuenta de todos modos y le digo que se compre algo de comer. Sonríe y lo veo perderse entre un hombre obeso y un centenar de niños de la misma edad (diez años). Volteo para ver si mi banca aun permanece vacía (después de mi intempestiva despedida). Una pareja de enamorado le da un mejor uso que yo. Un heladero pasa por mi lado y me ofrece su producto – literalmente – “chorreándose” por la mano. Le digo que no, talvez más tarde (o quizás nunca, al menos no ahí ni con él como vendedor).
Escucho las risas desenfrenadas del público de los cómicos. El cielo se va tornando oscuro mientras el solo va perdiendo fuerzas ante las estrellas y la luna. Son como las seis y media de la tarde. Miro una estatua de bronce de Orlando Casanova Heller (el desaparecido escritor de cuentos infantiles y en algún tiempo mi vecino de barrio). Luce solitario y apuntando al cielo. Al fondo esta el antiguo colegio “San Agustín” y el “Monasterio de los Hermanos Agustinos”. Más abajo, por las escaleras y la rampa sin fin, esta un restaurante de carnes y pescado, metros más adelante, una maloca de madera laqueada hace las veces de escenario para conferencias y eventos en el Boulevard.
La parte baja (casi al lado de la vegetación del río) alberga al “Centro Artesanal Anaconda”. Una construcción – totalmente – rústica que tiene – casi – veinte puestos de venta (todos al borde del abismo). Tatuajes, pulseras de cuero, collares de diente de otorongo, balsitas de topa, hamacas, cuadros, pinturas, perforación de orejas, anillos, tragos afrodisíacos, flechas, lanzas, “shakiras”, ojotas de cuero, polos con detalles étnicos y hasta dispensadores de agua artesanales, son algunos de los productos que se ofertan a los visitantes (previa demostración y uso). Una niña danza con una anaconda bebe para unos gringos en la parte superior del Boulevard.
El estacionamiento parece reventar de tantas motos, carros y motocarros. Un vendedor de gaseosa calma su sed tomando agua. Un cuidador de motos exige que le pague cincuenta céntimos por el cartón que puso sobre mi moto. “Ah, eres tú, la próxima me pagas pues”, son las palabras con las que me despide el insolente jovencito que conocí por casualidad en un evento en el hotel de enfrente (“Hotel Real Iquitos”). Miro perderse al Malecón Tarapacá en el horizonte. Las luces amarillas encerradas en burbujas de plástico, parecen darle un matiz pálido al Boulevard. A lo lejos veo a un gringo charlar con dos niñas. Más allá dice: “No Sex Child” o algo así. Arranco mi moto y bajo por la Napo primera cuadra dejando atrás el “viejo Boulevard”. Algún día volveré para reírme con los cómicos, algún día, ¿no sé cuando?
POST DATA: Hay carritos a batería para los niños, hay perros de felpa enormes para tomarse fotos, hay hamburguesas a dos soles a la vuelta del Boulevard y hasta manzanitas de caramelo. Es un sitio de lujo. Cuando vengas a Iquitos, no dejes de visitar el Boulevard. Hace poco se celebró el aniversario de Iquitos (5 de enero) al lado del Boulevard. Una remodelacion o un mejor mantenimiento no le vendrían mal señor alcalde (me refiero al Boulevard no al alcalde).
2 comentarios:
:)
Como aun no se a donde voy a ir de vacaciones, me interesa conocer datos de distintos lugares. Como un conocido me dije que le Alquile su auto en cancún por Despegar.com una opción era ir a esa ciudad Mexicana, aunque aun no he decidido
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